¿Comer o calor? Esta es la pregunta que se hacen alrededor de un 9 % de familias españolas que se encuentran sumidas en la pobreza energética, según el análisis publicado por la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA). Ya son más de cuatro millones de personas las que no pueden mantener la temperatura de confort en su vivienda, y de entre ellas, en el peor de los casos, un porcentaje no puede pagar los servicios energéticos.
El estudio, basado en el barómetro del CIS y en las encuestas de condiciones de vida y de presupuestos familiares, pone cifras a una realidad desconocida, que se incluye en una crisis generalizada sin atajar sus causas. Cada vez son más familias las que, según su balanza de prioridades (vivienda, alimentación y después recibos de luz, agua y gas) no llegan con sus ingresos a cubrir el último tramo con la trágica consecuencia de los cortes de suministro. Los resultados reflejan un aumento de la pobreza energética en España durante los últimos años, provocado por la crisis económica y la alta tasa de paro, pero también el encarecimiento de los suministros. Y entre las causas de menor incidencia se encuentran también los acondicionamientos ineficaces de las viviendas, que dificultan la conservación del calor o provocan la fuga de gas.
La pobreza energética afecta a todos los estados miembros de la Unión Europea, con diferencias entre los países con respecto al alcance y también a su impacto y repercusión. La Encuesta Europea de Ingresos y Condiciones de Vida (EU SILC) de Eurostat recoge que más del 10 % de ciudadanos de la UE, unos 54 millones de personas, se declaraban en 2012 incapaces de mantener su vivienda en una temperatura adecuada durante el invierno. Esto es, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alcanzar los 21 ºC en la estancia principal y los 18ºC en las zonas secundarias.
Originariamente el concepto de pobreza energética estaba relacionado sólo con la posibilidad de sufragar la energía del hogar pero hoy ha tomado un significado más amplio. Las consecuencias que se derivan de esta coyuntura son diversas, por un lado afectan al bienestar personal, provocando incidencias en la salud física y mental que pueden derivar incluso en la mortalidad prematura en casos de niños y personas ancianas. Por otra parte, aumenta el riesgo de endeudamiento familiar, el derroche de energía, la degradación de los edificios y se incrementan las emisiones a la atmósfera, entre otras.
La reducción en el consumo de suministros con un cambio de hábitos es el primer recurso de numerosos hogares que a menudo desconocen los consejos básicos para ahorrar de forma sencilla. En este sentido, el papel de las consultoras energéticas como Optimiza Recursos, que facilitan el asesoramiento y la monitorización, ha cobrado mayor importancia para alcanzar la eficiencia energética.
Hoy son muchas las propuestas registradas por parte de organismos estatales, autonómicos, locales y organizaciones sociales con medidas para mitigar esta situación. Aunque no existe una política nacional para tratar el problema de forma general, la Unión Europea ya ha aprobado directivas, pendientes de su trasposición a los planes energéticos españoles.